La Estación evocada
Alicia Campos
En la imagen vemos el movimiento urbano en las inmediaciones de la Estación Central, también llamada Estación Alameda. El gran edificio que perdura hasta hoy corresponde a una tercera versión, finalizada en 1897, en el mismo emplazamiento en que fuera situada la primera estación en 1861 de la que ya no quedan vestigios. Del segundo edificio, construido en 1884, provienen los volúmenes laterales que expresan el lenguaje arquitectónico ecléctico de fines del siglo XIX. La magnífica estructura que conforma la bóveda central fue el elemento que otorgó la imagen actual del edificio. Encargada y construida en Francia por los talleres de fundición de la empresa Schneider Co. Creussot en 1898, vino a reemplazar la estructura anterior que estaba formada por dos bóvedas articuladas por una torre central.
Según el investigador Patricio Basáez, en este proyecto estuvieron presentes las dos corrientes que marcaron la arquitectura del siglo XIX: el historicismo academicista y el funcionalismo racionalista. Éste último se expresa en la estructura de hierro prefabricada, de marcos articulados en la parte superior, apoyados en las edificaciones existentes. Esta estructura de cubierta fue la primera en su género en Santiago, otorgando una imagen de modernidad al borde poniente de la ciudad. La estación recibía tanto las vías provenientes del Sur como las que se extendían hacia el Norte, y de acuerdo a lo consignado por Benjamín Vicuña Mackenna en su propuesta para la transformación de Santiago, formaba parte del recorrido perimetral que establecía los límites de lo que él llamaba la “ciudad ilustrada”. Con este nombre, el famoso intendente se refería al área urbana que articulaba las condiciones habitacionales y de servicios apropiadas para una ciudad capital, como lo era Santiago.
La imagen es un grabado que aparece en el libro A short Description of the Republic of Chile, According Official Data with a Map and 44 Illustrations, impreso en 1901 en Leipzig por F.A. Brockhaus. El libro, que fue lanzado en italiano, francés, inglés y español, ofrecía principalmente para el público extranjero una imagen del estado de Chile al iniciar el siglo XX.
Es muy probable que el grabado esté basado en una fotografía publicada por Félix Leblanc posteriormente en Chile en el álbum fotográfico Panorama de Chile (1910). Ella muestra en primer plano los diversos medios de movilización de pasajeros y carga que ya existían en la ciudad de Santiago. Carruajes, carretas de carga, carros de sangre circulantes en los rieles instalados, conformaban un sistema de transporte interurbano articulado con las diversas posibilidades de desplazamiento al interior de la ciudad. En el centro de la imagen vemos una humeante locomotora que pareciera continuar con su recorrido hacia el Norte, atravesando la Alameda. Por otra parte, el comercio y servicios instalados en las inmediaciones contribuyen a recrear la vida en la plaza, que más bien corresponde a un ensanche de la Alameda frente a la estación. Una bandera flameante destaca la condición de acceso a la ciudad que la estación representaba. A la izquierda de la imagen, un alto poste que sostiene dos faroles interceptado por el cruce de cables, evidencia la presencia de la electricidad en la plaza. Es que a pesar de encontrarse en el límite de la ciudad, la estación Alameda articulaba los avances técnicos más significativos de principios de siglo.
En el grabado se han agregado figuras de personas en distintas acciones acentuando la dimensión humana, la ambientación de actividad y movimiento de la estación, que en la fotografía original se lograba captar solamente a través de la presencia de las máquinas. Es probable que el tiempo de exposición requerido para tomar la fotografía imposibilitara la captura fotográfica del ajetreo cotidiano de la estación. Si bien el método técnico de la fotografía que sirve de base al grabado resulta más acorde a la representación del momento técnico de la ciudad, el grabado, como técnica de producción de imágenes, continúa aún vigente. Dada su flexibilidad, permite intervenir la imagen de lo representado, que en el caso de la fotografía está sujeta a las contingencias del instante en que es tomada. El grabado puede en cambio, dar cuenta de una imagen cabal, en este caso, de la vida de la estación.