Al borde del Santiago tradicional

Alicia Campos

La vía que observamos en perspectiva es el otrora llamado Callejón de Mesías, actual calle Lastarria. En la esquina vemos la vivienda que supuestamente habría pertenecido a Pedro de Valdivia. El paisaje, conformado por sencillas construcciones de un piso de altura, posiblemente de muros de adobe cubiertas con techo de tejas de arcilla y calles de tierra o huevillo, retrata el borde oriente del Santiago de características aún coloniales. En la descripción de las calles de Santiago que aparece en el libro “Santiago Calles Viejas” (1934), su autor, Sady Zañartu, indica que no hay evidencia real que vincule al fundador de la ciudad con aquella humilde residencia. Aledaña, observamos imponente la Iglesia de la Vera Cruz, diseñada por el arquitecto francés Claude François Brunet Debaines, quien había llegado a Chile en 1849 contratado como arquitecto de gobierno para la realización de obras institucionales en la naciente república. Entre sus obras más importantes, se encuentran el Congreso Nacional, el Palacio Arzobispal, la intervención sobre el Teatro Municipal y también la organización de la clase de Arquitectura de la Sección Universitaria del Instituto Nacional. Construida entre 1852 y 1857, en un lenguaje ecléctico de ciertas características neoclásicas, la Iglesia de la Vera Cruz se diferenció de la tradicional arquitectura colonial de las inmediaciones, siendo prácticamente el único edificio del sector destinado a permanecer hasta nuestros días. Con él, se ha perpetuado también hasta hoy la leyenda, enunciada ya en su nombre, que dice que esta iglesia supuestamente atesora como reliquia un segmento de “la cruz verdadera”. En la imagen, aleros, mástiles y faroles ornamentan las austeras construcciones. Al fondo, una vivienda parece limitar la extensión de la calle. Las siluetas de los paseantes dan cuenta de una tranquila cotidianidad. En la parte inferior izquierda, dos hombres con manta y sombrero de paja caracterizan a los habitantes del sector. Hasta la realización de las obras de hermoseamiento del Cerro Santa Lucía, finalizadas en 1875, la canalización del Río Mapocho en 1891 y la posterior construcción del Parque Forestal en 1906, el sector al oriente del cerro formaba parte de los márgenes de la ciudad. Recibía las permanentes crecidas del río inundándose con facilidad y en los faldeos del cerro se acumulaban los desperdicios de los vecinos, que eran mayormente servidumbre, artesanos e incluso, según Zañartu, bandidos. Por otra parte, la extensión de las propiedades conventuales de las órdenes de Las Claras y de La Merced limitaba la prolongación de las calles hacia el oriente del cerro, contribuyendo a la desvinculación con el sector céntrico de la ciudad. Por estos motivos, el intendente Benjamín Vicuña Mackenna observaba en el documento La Transformación de Santiago (publicado en 1872), la necesidad de definir los límites de la ciudad, sugiriendo una serie de obras públicas, como las ya mencionadas, que en su cumplimiento modificarían la condición del sector, integrándolo a la vida urbana. La imagen aparece en el libro Chile Ilustrado, escrito por Recaredo Santos Tornero y editado en la ciudad de París, en 1872, por la imprenta Hispanoamericana de Rouge Dunon y Fresné. Reproducía cerca de 200 imágenes del Chile de la época, utilizando para su impresión la técnica del grabado en madera. De acuerdo a lo consignado por el investigador Álvaro Jara, gran parte de la iconografía del libro se basa en fotografías de la década de 1860; sin embargo, este grabado se inspiró en una pintura de Manuel A. Caro que conserva el Museo Histórico Nacional de Santiago. Los grabados se efectuaron mediante el trabajo de especialistas que, observando fotografías, traspasaban la imagen en un cuño de madera, reproduciéndola minuciosamente para su posterior impresión. Paradójicamente, si bien el libro pretendía ofrecer tanto a los extranjeros como a los compatriotas una reseña del estado de progreso alcanzado en nuestro país, en el contexto de la incorporación a los avances técnicos experimentados a nivel mundial durante el siglo XIX, la técnica utilizada para posibilitar la reproducción de las imágenes requirió la incorporación de este método aún artesanal que es el grabado, evidenciando un estado de modernidad incipiente. Es la misma paradoja que se aprecia en la imagen, contrastando la supuesta casa de Pedro de Valdivia y su contexto arquitectónico colonial con la figura decimonónica de la Iglesia de la Vera Cruz.