El peñón del Santa Lucía, un mirador histórico hacia la cordillera de los Andes
Cristina Felsenhardt
Este grabado de Claudio Gay existe en dos formatos: uno sin color, como aparece en la presente imagen, y uno profusamente coloreado, dando mejor cuenta del paisaje, la estación del año y la vestimenta de la gente en escena. Pareciera que al pintor experimenta el mismo interés la actividad de las personas y la escala del contexto. Ya desde el siglo XVII en Europa, comienza a ser habitual ver en la pintura paisajística un primer plano del cuadro enmarcando personas y en el plano del fondo, el paisaje.
El Cerro Santa Lucía tiene una enorme importancia en la historia de Santiago, incluso desde su fundación. Fue una atalaya que permitió a los conquistadores de estas tierras, con Pedro de Valdivia a la cabeza, observar el valle completo con fines estratégicos, ya que el área estaba rodeada de indígenas que se tornaron hostiles con la llegada de los nuevos habitantes. En este grabado aparecen, entonces, los dos elementos geográficos fundamentales de la ciudad: el Santa Lucía, entonces llamado Huelén, y el Río Mapocho, que aseguraba el agua para los habitantes.
El interés por el Santa Lucía se mantuvo por muchos años, permitiendo que la ciudad se pudiera observar desde lo alto y que el habitante se orientara con respecto a la condición urbana a sus pies. Desde allí se reconocía el paisaje inmediato al cerro, la extensión de la ciudad y su cordillerano contexto, que daba marco a este lugar casi idílico, sobre todo en los meses de nevadas invernales que cubrían los cerros de fondo del grabado. Existen numerosas imágenes representadas por varios pintores que aprovechan esta condición de mirador que posee el Santa Lucía; algunos representan el cerro desde abajo, lo que permite apreciar el proceso de su ocupación y habilitación. Otros lo hacen desde arriba, mostrando el contexto y también, posteriormente, el paulatino desarrollo del área del cerro como un espacio público trascendental, sobre todo desde la acción innovadora del intendente Benjamín Vicuña Mackenna. En ese mismo sentido, es interesante acotar que la mirada desde el Santa Lucía es mayormente dirigida hacia la cordillera; el imponente telón de fondo impresiona al sensible ojo de los pintores, convirtiéndose en precursor del crecimiento urbano en esa dirección. El peñón representado al costado derecho del grabado es una muestra de la calidad rocosa de esta elevación, indicando el tipo de suelo y su probable condición de haber formado parte del cerro San Cristóbal, interrumpido en algún momento de la milenaria historia del lugar por el cauce del Río Mapocho.
Este mismo peñón-mirador que aquí representa Gay como lugar muy frecuentado, lo pinta Juan Mauricio Rugendas en el año 1843 (cuadro llamado “Vista de Santiago desde el cerro Santa Lucía”) y Pedro Lira en 1898 (el conocido cuadro “Fundación de Santiago en 1541”). Ambos dirigieron la mirada hacia el río que serpentea desde la cordillera, acompañado de los mismos álamos verticales (Pópulus nigra) que posteriormente se irían a plantar en la habilitación de La Cañada como espacio público y que, por ser una especie introducida, ciertamente no estaban ahí para la época de la fundación de la ciudad.
Hay, sin embargo, una diferencia entre los dos pintores extranjeros: mientras Gay representa solo hombres y niños de la clase trabajadora o campesina caracterizados por la vestimenta típica (sombreros de fieltro de bonetes altos llamados galeras o bonetes maulinos, mantas, calzones anchos a media pierna y pies descalzos), Rugendas por su parte, pinta personajes vestidos a la usanza de la clase acomodada, lo que indicaría una concurrencia diversa y liberal. El grupo humano representado por Gay es numeroso y asume distintas actitudes, como el descanso, el trabajo, e incluso, la pelea. Pareciera que Gay nos quiere decir que dicho espacio es un mirador bien concurrido y animado.
En cuanto al espacio bajo del cerro, se distingue la pendiente que tiene el territorio desde la cordillera, y aparece el Cerro San Cristóbal, que desde el norte baja hacia esa ribera del Mapocho. En lo inmediato y como la primera señal del crecimiento hacia el oriente, aparece una calle pueblerina sin pavimento, con casas de un piso con techos de teja en su vereda norte y al frente, un espacio amplio con árboles y matorral, indicando que ese sector aún no se había poblado.