El paisaje de Santiago: entre arquitectura y naturaleza

Germán Hidalgo

Esta aguada fue ejecutada por el pintor sevillano José del Pozo, probablemente entre el 17 de marzo y el 14 de abril de 1790, periodo correspondiente al primer arribo de la expedición Malaspina a Chile (sobre esta obra como vista urbana, ver: Germán Hidalgo, 2010). Ella forma parte de un conjunto diverso de registros gráficos que representan distintos rincones de Santiago, entre los que encontramos apuntes preparatorios y obras depuradamente concluidas (ver Rafael Sagredo, 2004). Es precisamente en esta diversidad y reiteración de vistas donde encontramos un primer núcleo problemático, que tiene que ver con la autoría de esta obras y con las prácticas utilizadas en su realización. Este es el caso de las aguadas y acuarelas de José del Pozo, que, como se ha señalado (Carmen Sotos, 1982), estaban basadas en “apuntes” que previamente había tomado el cartógrafo de la expedición y teniente de fragata Felipe Bauza. Este aspecto reviste gran interés ya que, por un lado, revela un método de trabajo basado en la colaboración entre técnicos y artistas, y por otro, nos señala el rol que cada uno de ellos asumía en este proceso. Así, tenemos que Felipe Bauza era quien trabajaba en terreno, transcribiendo los datos de la realidad que observaba de un modo preciso, contribuyendo a que la obra final fuera verosímil; mientras que, por su parte, José del Pozo, a través de su habilidad, conocimiento y sensibilidad, debía dotarlos de “arte” (ver Rafael Sagredo, 2004). En relación a estas consideraciones, y a la luz de lo que esta imagen nos sugiere, se deducen al menos dos cosas. Primero, que el bosquejo preliminar de Bauza es una vista panorámica, es decir, una imagen compuesta a partir de la adición de puntos de vistas consecutivos, para lo cual utilizó una cámara oscura (ver Eugenio Pereira Salas, 1992). En efecto, fue gracias al uso de este dispositivo óptico, que permite obtener la proyección plana de una imagen tridimensional -origen de los principios operativos de las actuales cámara fotográfica-, lo que le permitió alcanzar tanto realismo en esta amplia vista panorámica. Posteriormente, el trabajo de del Pozo consistió en contraer esta visión amplia, aglutinando los elementos que componen la vista y distorsionando sus respectivos distanciamientos, de modo que el observador pudiera captar la complejidad de esta escena de un sólo golpe de vista: en esto consistía su arte. Como su nombre lo indica, esta aguada, titulada Vista de El Carmen bajo en Santiago de Chile, al mismo tiempo se ve la Cordillera de los Andes, nos muestra el costado poniente de la iglesia del Carmen Bajo, situada a un costado de la Cañadilla, actual Avenida Independencia. La destreza del pintor ha permitido un encuadre armónico entre la arquitectura y el paisaje, logrando un ajuste preciso entre las proporciones de los edificios y las de la geografía. En la consecución de este objetivo han resultado fundamentales las construcciones que rodean al monasterio y los cerros más bajos, como el San Cristóbal y el Blanco, que vemos a la derecha y a la izquierda, respectivamente. Por último, el modo de operar de Bauza queda en evidencia en sus propios registros, ya que al concentrar su interés en la articulación entre arquitectura y paisaje dejaba los primeros planos completamente vacíos. El modo “artístico” en que del Pozo resolvió esta carencia –tanto en esta aguada, como en las otras que hizo de Santiago- fue incorporando personajes típicos, con sus respectivos atuendos y aperos, los cuales, sin embargo, parecen ajenos al lugar que ocupan, sólo posados en un suelo extenso y genérico.