De la plaza de mercado, al elegante paseo verde
Cristina Felsenhardt
Ernest Charton de Treville, pintor francés, se radica en Chile en el año 1843. Al igual que muchos pintores europeos, se embarca hacia América con el fin de retratar estas tierras lejanas y desconocidas para Europa, produciendo variados dibujos y pinturas que servían para mandar noticias al viejo continente sobre las particularidades (e incluso exoticidades) de este continente aún joven. En este cuadro representa la vida de la Plaza de Armas en el año 1895, uno de los lugares más pintados de Santiago a lo largo de la historia de la pintura chilena. Así, se puede afirmar que las plazas fundacionales de las ciudades americanas son espacios emblemáticos de la urbanística colonial y decimonónica del Nuevo Mundo.
Charton de Treville siempre plasmó las costumbres y cultura propia del lugar, particularizando los detalles que caracterizaban a cada tiempo. En este caso, las vestimentas que aparecen en esta imagen representan tanto los estratos sociales, como el tipo de actos que se llevaban a cabo en las plazas centrales. Todas las mujeres usan faldas largas, y aquellas relacionadas con la actividad de mercado lucen pañuelos en la cabeza, mantillas en los hombros y pelos largos amarrados en moños. Los hombres que acompañan las carretas llevan altos sombreros de campesino, pantalón pasado de la rodilla y botas. El jinete que está montando un caballo overo tiene una montura chilena, tan típica del campo.
Al igual que en la plaza grabada por Aubert, aparece el portal Sierra Bella con su arquería y techo a dos aguas, pero ahora en su extremo sur-poniente, esquina importante debido a que colindaba con la calle Ahumada – Puente, que llevaba hacia el puente de Cal y Canto sobre el río Mapocho.
El fondo del cuadro exhibe el Hotel del Comercio, un volumen con claro carácter aldeano, frente al cual se han estacionado carricoches con dos caballos cada uno; la diferencia entre estos y las carretas con bueyes, cubiertas con cuero de vaca, es también muestra de la convivencia liberal que se daba en el lugar.
Al fondo se divisa la torre de la iglesia de la Compañía. En el vértice sur-poniente de la plaza, hay un volumen de dos pisos con puertas abiertas, probablemente de comercio.
La bullente actividad de comercio callejero que traía los víveres desde el campo en sus carretas de dos ruedas, usadas hasta hoy en el campo chileno, es el tema principal para este pintor costumbrista. La información detallada presente en esta imagen, revela los acontecimientos, pero al mismo tiempo los elementos, los materiales y las costumbres culturales. Interesante resulta la convivencia social de la actividad cotidiana de mercado, junto a la elegancia del paseo formal, y es allí donde comparece el hecho más importante reflejado en este cuadro: el nacimiento del concepto de plaza verde, que a la manera europea –esta vez ya no ibérica-, penetra como estilo para los espacios públicos centrales de muchas ciudades latinoamericanas. Es justamente este pequeño jardín central que aquí aparece cercado para protegerlo de la entrada de los animales que llegan tirando las carretas, el que dará inicio a la plaza engalanada con vegetación y color. Este momento significativo para la Plaza de la Independencia, la convertirá en el primer paseo público republicano, seguido luego por La Cañada, el paseo del cerro Santa Lucia , el borde del rio Mapocho y el parque Cousiño. Este hecho urbano paradigmático es realzado por Charton de Treville con la elegante pareja en el punto central del cuadro, que se acerca al portón que los llevará al jardín separado del ajetreo cotidiano. La señorial pareja se distingue del resto de los personajes, reforzando las diferencias sociales. El jardín luce flores y árboles podados de pie alto, a la mejor usanza de los jardines reales de Europa. El conjunto vegetal está rodeado por una franja de pavimento que atraviesa el jardín en crucero y se extiende hacia el resto de la plaza.