Pasajes: espacios de la masculinidad

Valeria de los Rios

Esta fotografía de 1883 muestra una imagen en perspectiva de la ya inexistente Galería San Carlos, construida entre 1874 y 1877 por encargo de Carlos Mac Clure en el lado oriente de la Plaza de Armas de Santiago. Ricardo Brown –primer arquitecto titulado en Chile- fue el encargado de erigir este centro comercial, a semejanza de la Galleria Vittorio Emanuele II de Milán, con la ayuda del ingeniero y escritor Daniel Barros Grez. La galería abovedada estaba cubierta con cristales enmarcados en fierro y decorada con columnas corintias y esculturas de Nicanor Plaza de inspiración neoclásica, que sujetaban luminarias de bronce. Dícese que el interior de la galería estaba decorada con sofás, palmeras, bambúes y rejas que se abrían a las calles Merced y Monjitas. Los partidos políticos, la Gran Logia Masónica y el Cuerpo de Bomberos –entre otros- la utilizaron como centro de reuniones. Durante los años ’20 sufrió un incendio y en 1924 se anunció su demolición, hecho ocurrido definitivamente en 1929. Hoy en su lugar se encuentra la calle Phillips. La Galería San Carlos es una versión criolla de los pasajes parisinos. Según Walter Benjamin los pasajes de París surgieron alrededor de 1822 en torno al comercio textil. Eran galerías de estructura de fierro cubiertas de cristal y mármol, a las que la luz llegaba cenitalmente. En su interior se formaban como pequeñas ciudades, un mundo en miniatura que servía para cobijar el comercio de mercancías de lujo: los primeros “grandes almacenes”. En su decoración el arte se puso al servicio del comerciante y en su construcción, el ingeniero comenzó a reemplazar al arquitecto (esto, debido a los materiales utilizados: hierro y cristal). Según Benjamin estas galerías permitían a los transeúntes refugiarse en cualquier minuto ante las inclemencias del tiempo, ya que estaban techadas, pero al mismo tiempo, permitían sentir al peatón que seguía conectado con un exterior: tal era la función del cristal. Los pasajes fueron el refugio del flanêur o paseante benjaminiano, cuya postura -en palabras de Susan Buck-Morss- es la del holgazán en protesta contra la “industriosidad” burguesa. Sin embargo, surgían de esa clase y escribían para esa clase. Eran rebeldes, no revolucionarios. En el caso de la Galería San Carlos, tenemos los materiales propios de los pasajes y el trabajo conjunto de un arquitecto y de un ingeniero que es, además, escritor. Barros Grez escribió en 1875 la comedia de costumbres Como en Santiago, en la que retrata las diferencias entre la provincia y la capital y las distintas clases sociales que las habitan. En la fotografía que observamos, vemos distintos grupos de hombres –algunos de pie, otros sentados, unos con y otros sin sombrero- mirando conscientes hacia la cámara. Es curioso que dentro de este grupo de personas no haya ni una sola mujer. A diferencia del paseante –de género marcadamente masculino- la paseante (o flanêuse) está ausente de esta representación. Esta exclusión nos habla de ciertas configuraciones sociales, o más específicamente, de ciertos espacios de circulación o figuración pública, que son “propios” de un género específico (hay que pensar que los partidos políticos, la masonería y el cuerpo de bomberos han sido históricamente espacios “propios” de la masculinidad). La Galería San Carlos, lugar del comercio, transacción y reunión pública, para ver y mostrarse (tal como lo eran el cerro Santa Lucía o el parque Cousiño en el s. XIX o los Tajamares en el s. XVIII) se presenta aquí como un espacio exclusivamente masculino.